Llega el otoño y «Lost in Translation»
Que bueno, domingo con lluvia. Para andar siempre disconforme con todo hoy era un día que me hubiera gustado que el sol se durmiera en mi piel en el jardín que apenas he utilizado. Bueno, seis veces desde que llegue de México.
Cena con lámpara, sin velas porque hacía frío y humedad. Nada de barbacoa, ni comidas oliendo a verduras o cualquier otra cosa en el aire.
A veces he imaginado como sería freir el aire, asarlo. Pensé que tal vez saldrían refritados los olores de la carretera, del bosque, de las algas, del agua mezclándose con la arena.
Comimos lo que trajo de no se dónde, no faltaba nada. Tenía que volver a su guarida, mi casa era demasiado abierta y lejos de todo lo que eran sus estrategias. Le traje el bourbon que tiene guardado para cuando viene. Dijo:»la leche, ¡no has tocado nada¡».
Dije: «Es tuya» y sonrió como si no tuviera remedio. Es cierto, rara vez lo suelo tener.
Otra noche, siempre son noches, atardeceres, llegaron Sol y cármen con bebidas frescas. Yo tenia mi propio bourbon, está ente las viejas cámaras y carretes de fotos. No bebo, pero me gusta ver la botella, con ese color a caramelo derretido.
Pensaban que haría mi famosa tortilla de patatas, pero no fue así. Cuando me iba y volvía con algo chismorreaban:
-«Estás rara».
-¿Por qué? ¿Por qué no hice tortilla con pan , tomate y jamón?
-«Es desde tus últimos viajes de allá. Estás ausente»
-Sí. Es que me he dado cuenta que un día volando los hemisferios cambiaron. Las aves van en dirección contraria y cuando sale el humo de la chimenea se mete dentro y se cuela en los armarios. Yo le pido que salga, pero nada. Él también está asustado. ¿Vosotras no lo veis? ¿No lo notáis? Todo es diferente. Incluso la gente parece estar loca, ha perdido la Rosa de los Vientos.
Otra cena, se hizo tarde. Llegó a las 11 y tenía sólo seis horas para irse de nuevo. Su cansancio no cicatrizaba las venas de sus ojeras. El vichissois le encantó, el quiche Lorraine también. Él puso el postre «las trufas» heladas y de bebida champán del Bierzo.
En alguna parte del horizonte un punto de luz traía el amanecer. Lo ví antes de irse, entrecerrados los ojos, como a través de una persiana de madera y volví a cerrarlos, el sueño tenía un guión que no quería perderme.
Hoy «Lost in traslation» de Sofía Coppola, película que siempre ví a escorzos, con escenas perdidas, pero si he mantenido la sensación que siempre me dió. Hoy tenía que verla de nuevo, a la deriva, sin saber si el sueño me llevaría, o una llamada me sacaría del hilo a ninguna parte.
Tengo la costumbre de experimentar con la televisión. Hago fotos de escenas. Lo intento de lejos con el zoom, de muy cerca, lo intento todo. Esto me recuerda la inocencia de cuando estudiaba en el instituto y nos habían pedido que fuéramos a un concierto de cámara y le hiciéramos fotos. Como no había ido, las hice con mi cámara analógica, aprovechando un concierto de la 2 de un domingo por la mañana. Era una zenith rusa, gastando dos carretes y tratando de esquivar los bordes de la tele grande. Segura de salirme con la mía y librarme del suspenso fui a recoger el revelado, lo que ví me hizo descubrir las 625 líneas y no solo eso sino el misterio de porque mis ojos no lo veían. Ese día supe que el ojo humano no ve casi nada. Luego vino la investigación y supe más, el ser humano ve solo unos pocos colores, mientras que una mariposa con una vida tan limitada ve infinidad más. Y el no va más fue porqué vemos los colores que vemos, el efecto de la luz. Con lo cuál la incertidumbre y la inseguridad diaria se apoderó de mi, todo era mentira y dependía de muchas cosas ajenas a mí y en parte culpa mía : de cómo veía el color a través de mi nervio óptico.
Decidí un buen día no hacer a todo eso ni puñetero caso y todo mejoró.
Cuando llovía era porque algo mágico sucedía arriba, si las hojas se movían era el viento autónomo y cargado de mil esencias el que decidía soplar a su gusto. Nadie más iba a matar mi gusto por las cosas y por la vida, así que tenía claro que jamás saldría con un científico, ni con alguien para el que todo tuviera explicación, en una palabra: alguien que se empeñara en matar lo que me quedaba de niña.
En El Corte Inglés encontré la película en una caja de esas de lata, algo que me gusta mucho. Todas debían de venir así o al menos dar esa opción. Y allí estaba. Ya tenía versión mexicana, la versión caja de siempre y ahora ésta. Aunque fuera repetida no podía dejarla para quien fuera, era mía.
Reconozco que la Scarlett Johansson es una actriz que me desdibuja las películas, me entorpece la credibilidad de seguirlas. Pero Bill Murray , hace de Bill Murray. Los he sentido más como dos colegas que están fuera de lugar en el sitio que están, que de dos seres que puedan enamorarse. Sin embargo me gusta eso, eso sin más, no llegar más lejos que lo que den unas horas de complicidad compartida, yo diria soledad completada, confabulada, y justo a tiempo la marcha, el adiós. No permitir que nada rompa el encanto de esos momentos vividos. Puede parecer un sacrificio, pero no es así. El recuerdo va a llenar muchos momentos vacíos de la vida rutinaria, si hubiera ocurrido algo más, si se hubieran quedado rompiendo con sus parejas, perderían todo lo que habían ganado y sería una traición a la magia que tocaría fondo. Cuando alguien te gusta desde muy adentro pero desde un plano que se aleja a la realidad, hay que dejarlo irse.
Con lo que digo siempre habrá algún guay que dirá: ¿por que? ¡qué tontería¡ si se amaban, o si se entendian tan bien ¿porque irse?, dios hay que ser tontos… ¡como que no sabemos como acaba todo!, el caso es ver siempre la otra cara, la de lo fácil, la del todo ya. El caso es eliminar la imaginación, que es la que debe estar en el poder y no la verborrea al uso que todo lo justifique sin haberlo vivido. La mayoría van de mariposeo, tocando el mañana con los dedos del hoy, perdiéndose lo más cercano cuando nadie sabe que ocurrirá mañana con toda seguridad. Pero lo que si se es que si se llega al mañana y al otro, aquello único se deshace de los dedos como arena.
«El momento más delicado es el que nacen tus hijos, ya nada tiene que ver con el mundo que conocías» Bill Murray.